cerrando una etapa

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Se podría decir que me he pasado toda la vida estudiando. He tenido muchos primeros días y otros muchos últimos días. Mi vida se ha basado un poco en eso, empezar una etapa, sobrevivir a ella y terminarla. Quedarme con algún buen recuerdo y seguir adelante. A por la próxima etapa previamente planeada.

Y hoy la historia se repite.

Cuando empecé el ciclo de Gestión de ventas no me imaginaba para nada como lo terminaría. Por cosas de la vida me convencieron de hacer la dichosa dualidad. Entré en una empresa esperando salir al año, con mis horas cumplidas y mi segundo titulo bajo el brazo. Pero por necesidades, mi tutor de practicas (y a su vez jefe de sector) me ofreció un huequecito en la sección durante 6 meses más. Adiós al polo, hola a la camisa.

Trabajar durante un año y medio de cara al público ha sido cuanto menos, curioso. El que me conoce sabe que soy un cero a la izquierda interactuando con la gente, no soy nada social y le pongo muy poco interés a los desconocidos. Estar en tienda, al principio, me suponía un mundo. Me costaba explicar las cosas y me ponía nerviosa enseguida. Me toqueteaba las manos más de la cuenta y se me trababa la lengua. Todo un espectáculo. 
Sin embargo tuve la suerte, la maldita suerte, de tener a mi lado a personas hiper simpáticas y con el doble de paciencia que yo. Hice las mismas preguntas cuatrocientas mil veces, cometí el mismo error mil veces y confundí al cliente otras diez veces más. Pero ellas volvieron a darme la misma respuesta con la misma amabilidad desde el día uno, hasta hoy.

Esta tarde, he cerrado de nuevo una etapa. Esta caótica y divertida etapa. Empecé como en todas y la acabo de una manera muy muy diferente. Creo que he dado un pasito hacia adelante, he crecido y puede que hasta haya madurado (quizás no eh, quizás sigo igual de gilipollas). Creo que tengo menos miedo, creo que soy un poquito más valiente. Han sido meses divertidos, extraños, estresantes y confusos. Han sido lunes a las siete de la mañana en los que mis ojeras llegaban hasta el suelo, y sábados a las siete de la tarde en los que me quería poner a llorar porque no daba más de mi. Han sido cenas de empresa, conversaciones muy randoms en los descansos, y chuches. Me llevo un buen sabor de boca.

Pero muy en el fondo me da mucha, mucha penita. Porque en lo que no he cambiado es en que sigo cogiéndole cariño a la gente enseguida. Gente que veía más que a mi madre, gente que me preguntaba por las notas, por mi vida, por mis metas y mis intereses. Gente que me contaba chistes pésimos y gente que hoy por hoy no podría apartar de mi vida. Véase a mi rubia favorita y lo mucho que echaré de menos estar en tienda juntas.

Me aterra lo que viene ahora, lo que venga mañana o la semana que viene. Estoy acostumbrada a organizarlo todo, a planearlo todo, a no ir a ciegas. Pero vaya, el momento de locura tenía que llegar algún día. El día 7 me voy a Amsterdam y quiero disfrutarlo al 100%, con una de mis personas favoritas. Prometo hacer fotos y prometo volver.


I will rise and shine even in the coldest night.

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